No es recomendable lavarse los ojos con agua, pues el cloro y otras sustancias presentes en su composición podrían irritar la córnea y desestabilizar la película lagrimal, produciendo picor. Además, existe la posibilidad de que bacterias y microorganismos, inocuos si se ingiere el agua, pero nocivos para el ojo si entran en contacto con él, provoquen una infección ocular. Los ojos deben limpiarse con un baño ocular que tenga una composición adecuada para proporcionarles bienestar y frescura respetando sus propiedades.
Para no provocar irritación en los ojos, los productos que entren en contacto con la lágrima deben ser lo más similares posibles a ésta. La lágrima humana tiene un pH de 7,4 y una osmolaridad (concentración de sales en el medio líquido) de 300 mOsm/l, valores distintos a los del agua. Por eso, cuando el agua entra en contacto con el ojo,se ponen en marcha mecanismos de compensación que pueden provocar irritación o picor.
Cuando nos lavamos los ojos con agua, normalmente lo hacemos con los párpados cerrados. Si limpiamos los ojos con un baño ocular, es necesario que nuestros ojos estén abiertos durante cierto tiempo para que el líquido pueda retirar posibles sustancias nocivas e hidratar la córnea al mismo tiempo.
El uso de una bañera ocular, que se ajusta perfectamente a la órbita del ojo facilita mucho este proceso. Los ojos, sumergidos en el baño ocular, se deben abrir y cerrar durante al menos 25 segundos. La sensación de alivio y frescor es muy reconfortante.
Los baños oculares con ácido hialurónico están concebidos para imitar lo máximo posible a la lágrima humana. Respetan su pH y tonicidad, así como su composición, garantizando además el equilibrio natural del ojo.